Humacao en disputa: la “Casita” de Bad Bunny y la demanda que sacude a Puerto Rico
La tranquilidad que un viudo de 84 años buscaba en su hogar frente al mar de Humacao terminó convertida en el centro de una tormenta mediática y legal.

La conocida “Casita” de Bad Bunny, un punto icónico para fanáticos del reguetón y escenario de constantes visitas, está hoy en medio de una controversia que enfrenta al dueño de la propiedad con el propio artista.
Lo que antes era un espacio íntimo y discreto se transformó en un sitio de peregrinaje de fanáticos, cámaras y hasta incidentes violentos. El más reciente, un tiroteo frente a la propiedad, reavivó la urgencia de resolver una batalla legal que ya se siente inevitable.
El propietario asegura que su vida cambió radicalmente desde que la vivienda fue popularizada como parte del universo de Bad Bunny. Situada en Humacao, Puerto Rico, perteneciente a Ramón Carrasco, viudo de 84 años, se convirtió en un ícono cultural tras aparecer en el cortometraje "Debí Tirar Más Fotos" de Bad Bunny, y posteriormente ser replicada en el escenario de su residencia "No me quiero ir de aquí".
Según la demanda interpuesta ante el Tribunal de Primera Instancia de San Juan busca una compensación de al menos 6 millones de dólares por el uso no autorizado de la imagen de su residencia y por los daños y la angustia emocional causados. Los demandados son Benito Antonio Martínez Ocasio (Bad Bunny), Rimas Entertainment LLC, Move Concerts PR INC y A1 Productions, LLC.
El dueño acusa a Bad Bunny y a su equipo de haber utilizado y promovido la imagen de la casa sin autorización, provocando un asedio que le robó la paz. Los abogados insisten en que no se trata de un enfrentamiento con la música ni con el ídolo global, sino de un reclamo por derechos de propiedad y, sobre todo, por dignidad y tranquilidad.
El documento legal sostiene que, durante la grabación del video en noviembre de 2024, los representantes de la producción se aprovecharon de la limitada educación de Carrasco, quien no sabe leer ni escribir. Alegan que le pidieron firmar en la pantalla en blanco de un teléfono celular, y que luego transfirieron digitalmente esa firma a al menos dos contratos distintos sin explicarle su contenido.
Mientras tanto, la “Casita” se ha convertido en un símbolo incómodo: un atractivo para turistas y fans, pero también un recordatorio de cómo la fama puede alterar la vida cotidiana de quienes nunca la buscaron. En Humacao, el debate trasciende lo jurídico y toca un punto sensible: ¿hasta dónde llega el derecho de un artista a apropiarse de un espacio cultural y hasta dónde el de un ciudadano común a preservar su paz?.